"...La reina sacó de entre sus envolturas una botella muy pequeña que
parecía hecha de cobre. Luego, extendiendo un brazo, dejó caer una gota de su
contenido sobre la nieve junto al trineo. Edmund vio la gota durante un segundo
flotando en el aire, refulgente como un diamante. Pero en cuanto tocó la nieve
se produjo un siseo y apareció una copa adornada con joyas llena de algo que
humeaba. El enano se apresuró a alcanzar el recipiente y se lo entregó a Edmund
con una reverencia y una sonrisa; una sonrisa no muy agradable.
El niño se sintió mucho mejor mientras empezaba a sorber la bebida
caliente. Era algo que jamás había probado antes, muy dulce, espumoso y
cremoso, y lo calentó hasta la punta del dedo gordo del pie. -Resulta insulso,
Hijo de Adán, beber sin comer -dijo entonces la reina-. ¿Qué te gustaría comer?
-Delicias turcas, por favor, majestad -respondió Edmund. La reina dejó caer
otra gota del contenido de la botella sobre la nieve, y al instante apareció
una caja redonda, atada con una cinta de seda verde, que, al abrirla, resultó
contener más de un kilo de las mejores delicias turcas. Las porciones eran
dulces y apetitosas hasta el mismo centro y el niño no había saboreado nunca
nada más delicioso. Como ya había entrado en calor, se sentía muy a gusto.
Mientras comía, la reina no dejó de hacerle preguntas. Al principio Edmund
intentó recordar que es de mala educación hablar con la boca llena, pero no
tardó en olvidarlo y en pensar en engullir tantas delicias turcas como le fuera
posible, y cuantas más comía, más deseaba comer, y en ningún momento se
preguntó por qué la reina se mostraba tan curiosa. La mujer consiguió que le
contara que tenía un hermano y dos hermanas, que una de sus hermanas ya había
estado en Narnia y había conocido a un fauno, y que nadie excepto él, su
hermano y sus hermanas, sabía de la existencia de Narnia. Pareció especialmente
interesada en el hecho de que ellos fueran cuatro, y no hacía más que volver
sobre el tema. -¿Estás seguro de que sois cuatro? -preguntaba-. ¿Dos Hijos de
Adán y dos Hijas de Eva, ni uno más ni uno menos? Y Edmund, con la boca llena
de delicias turcas, contestaba una y otra vez: -Sí, ya se lo he dicho
-respondió, olvidándose de llamarla «majestad», aunque a ella ya no parecía
importarle..."
Capítulo IV Delicias turcas "Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario"
Después de leer este capítulo los alumnos/as de 4º,5º y 6º de la localidad de Carcelén han decidido cocinar sus propias delicias turcas.
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